Muchos desconocemos el proceso biológico y científico que esconde este color de piel tan cotizado por los humanos. Como profesionales de la belleza, debemos conocer la base científica de este proceso dermatológico para informar, prescribir y tratar de forma justificada a nuestros clientes.
¡Sin bronceado, no hay vacaciones ni verano! Confiesa que te produce un placer incalculable recibir comentarios como: ¡Qué morena/o estás! ¡Estás negra/o!
Pero no nos mintamos, muchos desconocemos el proceso biológico y científico que esconde este color de piel tan cotizado por los humanos. Como profesionales de la belleza, debemos conocer la base científica del proceso dermatológico del bronceado para informar, prescribir y tratar de forma justificado a nuestros clientes.
Hagamos un breve recorrido histórico…
Antes de entrar en materia, hagamos un recorrido cultural para entender desde una perspectiva sociológica nuestra relación con el bronceado. Tal y como hemos destacado anteriormente, en muchos países occidentales una piel bronceada es algo deseable estéticamente. Sin embargo, en las culturas orientales aprecian una tez más pálida.
En la Antigüedad, la piel bronceada se asociaba a las esferas más pobres de la sociedad, ya que eran estas mismas las que trabajaban duramente en el exterior con una gran exposición al sol. Así, la piel blanca era un símbolo de estatus. Ya en el año 400 antes de nuestra era, los griegos se blanqueaban la piel del rostro con polvos hechos de carbonato de plomo. En el siglo XVI, algunas italianas utilizaban arsénico para dar a su rostro un aspecto translúcido. No fue hasta principios de la década de 1920, que la diseñadora francesa Coco Chanel popularizó la moda del bronceado tras unas vacaciones en la Riviera Francesa.
Pero, ¿qué es realmente el bronceado para la ciencia?
El bronceado es el oscurecimiento natural de la piel como respuesta defensiva de autoprotección ante la agresión de la radiación ultravioleta de la luz solar o de otras fuentes artificiales como puede ser un solárium.
El oscurecimiento de la piel es causado por un incremento de un pigmento corporal denominado melanina; este pigmento se encuentra en las células de la epidermis y se sintetiza con la exposición de ésta ante la radiación de la luz ultravioleta existente en el espectro luminoso de la luz solar. La melanina se produce específicamente por las células denominadas melanocitos y tiene como misión proteger al cuerpo frente a la radiación solar, que podría llegar a ser dañino para la salud. El oscurecimiento de la piel torna a ser del color del bronce, de ahí su nombre. Dependiendo de la genética de las personas se puede alcanzar el oscurecimiento con mayor o menor progresividad.
Este artículo no podía no incluir la típica frase “Debes utilizar protección solar de un mínimo de FPS +30 y no solo cuando vayas a playas y piscinas, a diario”. ¡Pero tranquilas/os! La radiación solar puede ser también beneficiosa en una medida responsable. Se ha comprobado que una exposición al Sol durante un breve intervalo de tiempo (por regla general entre los 5-10 minutos) cada día mantiene equilibrada la demanda de vitamina D en el organismo.
Ahora en serio, ¿Qué efectos retardados nos provoca el bronceado?
Cuando hablamos de los efectos retardados nos referimos al bronceado profundo o retardado y suele ser visible alrededor de las 72 horas siguientes a la exposición a los rayos UVB. Cuando el organismo se ve expuesto a estas radiaciones hay un aumento de la melanogénesis. El bronceado derivado de este proceso es más duradero que el causado por la oxidación de la melanina ya existente y protege más contra los daños producidos por los rayos UV. Pero ojo, este tipo de bronceado también conlleva que el ADN a nivel celular sufra cierto daño acumulativo que, con el tiempo, puede tener efectos perjudiciales como el envejecimiento prematuro de nuestra piel.
La quemadura solar o eritema solar es otro otro tipo de efectos retardados a la exposición solar. En menos de 10 minutos de exposición intensa a los rayos UV la piel empieza a poner en marcha el sistema de defensa contra su enemigo; la cara, el cuello y el tronco son de dos a cuatro veces más sensibles que los brazos o piernas. El primer indicador de que un daño se está produciendo es que la piel se enrojece. Este enrojecimiento puede aparecer entre dos y seis horas después de la exposición, e incluso puede hasta 24 horas después y puede ir acompañado de hinchazón o ampollas si la quemadura es muy importante.
Tras este proceso, la piel empieza a oscurecerse y volverse más tirante ya que pierde nutrientes y se deshidrata. Poco a poco las células se vuelven más finas y producen melanina para intentar que los rayos UV no penetren en las parte más profundas de la piel y dañen el ADN. Si la exposición solar supera a la habilidad del cuerpo para protegerse, podemos estar hablando de daños muy serios para la piel ya que si hay daños a nivel de ADN y el mecanismo de reparación se inhibe entonces puede aparecer el cáncer de piel.
Además, tomar el sol también genera dependencias. Ya sabéis que hay gente que no conoce los límites y la ciencia también contempla este tipo de comportamiento. La exposición a los rayos solares ha demostrado tener propiedades adictivas, al liberar ciertos opioides en el cerebro y es por eso que algunas personas terminan desarrollando un cuadro psiquiátrico denominado tanorexia, que describe la necesidad obsesiva de broncearse.
En definitiva…
En contra de la extendida creencia popular, no existe el llamado «bronceado sano«; esto es, un nivel de bronceado que torna la piel oscura sin producir daños en el organismo el cual no alcanzará el color intenso que todas y todos esperamos del verano. Desde una visión profesional, debemos tener las herramientas conceptuales y cosméticas para concienciar a nuestros clientes de la prevención solar. Si la idea atractiva de broncearse gana a la ciencia, deberemos contar con los mejores cosméticos para regenerar y recuperar sus pieles.